Este compromiso radical es el que nos levanta de la muchedumbre pretérita para situarnos al margen del acontecimiento, obligando al individuo a llevar más allá la pregunta por el sí mismo, hacia un estrato de compromiso con la vida y con el mundo en cuanto tal. Cómo y desde dónde pensamos la lebenswelt y de qué manera nos acercamos a los hechos con la familiaridad subjetiva, sin el temor violento de lo incomprensible, es el reto del filósofo en busca de la trama existencial.
Con este supuesto el texto en cuestión nos lleva de la mano para buscar las condiciones de libertad que permitan al pensamiento describir las responsabilidades del filósofo desde situaciones cotidianas de la vida.
En el primer capítulo el autor analiza los argumentos de la fenomenología, apoyándose en Husserl, J. S. Mill y Brentano, para confrontarlos con el escepticismo de David Hume. Esto para exponer los canales que posibilitan el conocimiento de causa frente a una postura que parece bordear y rebasar todo intento de objetividad.
El segundo capítulo hace un contraste entre conceptos fenomenológicos como la epogé frente al mundo de la vida cotidiana o lebenswelt; esto en busca de un contexto desde el cual poner en duda las seguridades del yo, es decir aquello que nos es dado de por sí. Este poner en duda representa aquí uno de los puntos nodales sobre los que se desarrolla el texto en general, pues el cuestionamiento del mundo circundante, aún en su apariencia más obvia, permite la apertura del pensamiento, la verdadera libertad de replantear todo aquello que hemos aprendido de memoria, sin descanso y sin crítica. frente al mundo de la vida cotidiana o
En el tercer capítulo el autor da una vuelta de tuerca al centrar este apartado en una figura alejada metodológicamente de la fenomenología husserliana, pero estrechamente emparentado en la preocupación por dar un nuevo rostro a aquellos problemas en apariencia banales, pero que representan el patíbulo diario con que salimos al mundo en busca de respuestas. Desde aquí se plantea la posibilidad de un nuevo comienzo radical que obligue al filósofo a tomárselo verdaderamente en serio.
Al final nos encontramos con un texto rico en imágenes y en la propuesta de identificar el rostro de nuestros enemigos, sin que esto signifique el rostro del otro-sujeto, sino las coyunturas que se enlazan en los caminos que recorremos con el cuerpo a cuestas, con las argucias que la vida sujetándonos del cuello. No es sólo una invitación a pensar, sino un llamado a tomar partida en los procesos de humanización y encuentro entre quienes habitamos el mundo. La comunión del dolor existencial nos coloca de facto en un corrillo de hombro a hombro con los otros; nos pone a pensar en las pleitesías con que hemos abordado nuestras vidas sin otro interés que la liberación del entendimiento. La fenomenología y el existencialismo se enarbolan en un desgaje de los problemas que nos hacen vecinos fisurando las estratagemas de lo establecido por ideologías tiranas.
Esta tesis con que Ramsés L. Sánchez Soberano obtuvo el grado de maestro por parte de
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