viernes, 19 de noviembre de 2010

Nocturno IV (Estamos solos)

Para la noche estaremos solos

colgados a una misma ausencia,

empalagados de las mismas palabras

y al mismo silencio cantaremos.

Para el día habremos partido

con el trinar de los cuerpos malolientes,

con el mismo sortilegio entre las piernas

y una viva lujuria por el mar.

Para el sueño nos habremos perdido

y lo que seamos de noche lloverá

y lo que tengamos de miedo soltará la carcajada sobre el pasto;

el cielo no nos pertenece más

ni un ápice de reclamo sobre la mesa.

Estamos solos, necios,

estamos a la misma altura de todo

y tu mirada no me dice nada,

esa risa vulgar que vaga descalza

no me ha movido un pelo.

Estamos solos, necia,

atados por la misma cabellera

a los momentos en que fuimos de tierra,

ardientes del último discurso, borrachos.

Con las uñas y los dientes persignados,

el póstumo ademán de desprecio

listo para saborearnos por la espalda…

Estamos solos, niña,

Murámonos ya.

lunes, 13 de septiembre de 2010

Nocturno III (partir... volver)

Partimos hacia la vida

como enredaderas fútiles

con la sombra de una noche augusta,

simples, desnudos, corrientes,

yermos vasos sedientos de aire;

partimos a los deseos del futuro exacto

con los ojos del hallazgo pétreo.


Partir siempre con la renuncia del pasado

llevando los días en la chistera del morbo.


Partimos llanos y solos,

a donde vaya el otro, a donde nos lleve nadie

siempre en posesión de nada.


Tan difícil la partida,

más difícil la vuelta,

más extraño el retorno a los prados

que recorrimos a galope de carcajada

y hoy nos devuelven tan sólo

el pasto seco de las huellas envejecidas,

la incertidumbre anidada en el pecho

y una nostálgica sonrisa de muerte.


Tan difícil la partida,

pavorosa la vuelta,

a las voces que esconden

los patios desiertos,

los muros solitarios de las habitaciones

en que escurren los llantos como peces.


Volver a los nombres

extraviados en la distancia,

a los pasillos en que anduvieron los viejos

que hoy nos sobreviven inmóviles,

en la imagen anclada en la pared

con los ojos marchitos, solos.


Tan difícil la partida,

más terrible la vuelta

a los anecdotarios caducos,

las historias ya contadas,

las cicatrices y la ropa vieja.


A la niña que se amó en secreto,

a los dulces de navidades pretéritas

y la firme soledad de los muebles vacíos.


Hechos de humo los primeros pasos,

de un canto sordo perdido en lejanías,

en los juguetes empolvados del ropero

y las canas en almohadas mullidas.


Tan difícil la partida,

más terrible la vuelta.

martes, 29 de junio de 2010

Nocturno II (a la orilla del sol)

Éramos del aire golondrino
viajando en aspas de temor
y notas menores.
Historias del mar vagabundo
apenas dibujadas en cada ola peregrina,
en la espuma evanescente
del pasado intacto.

Éramos un jirón de alas mudas
sorteando besos a la noche,
a los párpados marchitos,
a la breve sobriedad del sueño...
Caídas voces de nudillos en corro,
centinelas de un tiempo abrazado por nada,
navíos errantes de anchas velas.

Y así, excitados cuerpos de viejas palabras,
volvimos sobre doradas mareas
torvas miradas de anhelos lejanos.
Conminados al mismo puerto
de caricias pendientes
adivinadas en crucero cotidiano.
Éramos días y terminamos noches,
luengas manos y terminamos abrazos,
éramos ardor y terminamos roce
sometidos al beato deseo
de inventarnos la piel
sobre la estatua que fuimos,
de encallarnos los ojos
sobre el filo de todo lo que amanece, de lo que gira,
de lo que nos convierte en alquimistas del tiempo, del mar y la soledad.

martes, 15 de junio de 2010

Nocturno I

Xalapa, Ver. 18-06-08

Cuando a la hora funesta
le cae el desasosiego de la duda,
la incertidumbre de la palabra difícil,
y hay un resoplar de huesos
en desesperada huída;
cuando la noche se precipita
como tu acerina cabellera
y tus ojos me amarran al pavor
de no saberte, de no sentirte,
entonces todas las páginas
cascabelean los dientes
y asoman el pálido flanco
de una guerra adventicia.

Protejo tu nombre sólido
y le deshojo en cada hora de tu silencio
como un velatorio de armas
en esta capellana lejanía;
y te nombro como un augurio apenas,
como una promesa del viento
anunciada en la luna nueva.

jueves, 10 de junio de 2010

A propósito de Fenomenología y Existencia. Ensayos sobre el acontecimiento de Ramsés L. Sánchez Soberano

La impronta de la vida exige una postura, una silueta definida con qué caminar a la sombra de los hechos cotidianos, a través del dolor, del llanto, de la algarabía, del recuerdo; en fin, de todo aquello que como individuos nos atañe. Pero esta postura no es sólo un afiche sino que representa un compromiso vital con el mundo y el pensamiento.

Este compromiso radical es el que nos levanta de la muchedumbre pretérita para situarnos al margen del acontecimiento, obligando al individuo a llevar más allá la pregunta por el sí mismo, hacia un estrato de compromiso con la vida y con el mundo en cuanto tal. Cómo y desde dónde pensamos la lebenswelt y de qué manera nos acercamos a los hechos con la familiaridad subjetiva, sin el temor violento de lo incomprensible, es el reto del filósofo en busca de la trama existencial.

Con este supuesto el texto en cuestión nos lleva de la mano para buscar las condiciones de libertad que permitan al pensamiento describir las responsabilidades del filósofo desde situaciones cotidianas de la vida.

En el primer capítulo el autor analiza los argumentos de la fenomenología, apoyándose en Husserl, J. S. Mill y Brentano, para confrontarlos con el escepticismo de David Hume. Esto para exponer los canales que posibilitan el conocimiento de causa frente a una postura que parece bordear y rebasar todo intento de objetividad.

El segundo capítulo hace un contraste entre conceptos fenomenológicos como la epogé frente al mundo de la vida cotidiana o lebenswelt; esto en busca de un contexto desde el cual poner en duda las seguridades del yo, es decir aquello que nos es dado de por sí. Este poner en duda representa aquí uno de los puntos nodales sobre los que se desarrolla el texto en general, pues el cuestionamiento del mundo circundante, aún en su apariencia más obvia, permite la apertura del pensamiento, la verdadera libertad de replantear todo aquello que hemos aprendido de memoria, sin descanso y sin crítica. frente al mundo de la vida cotidiana o

En el tercer capítulo el autor da una vuelta de tuerca al centrar este apartado en una figura alejada metodológicamente de la fenomenología husserliana, pero estrechamente emparentado en la preocupación por dar un nuevo rostro a aquellos problemas en apariencia banales, pero que representan el patíbulo diario con que salimos al mundo en busca de respuestas. Desde aquí se plantea la posibilidad de un nuevo comienzo radical que obligue al filósofo a tomárselo verdaderamente en serio.

Al final nos encontramos con un texto rico en imágenes y en la propuesta de identificar el rostro de nuestros enemigos, sin que esto signifique el rostro del otro-sujeto, sino las coyunturas que se enlazan en los caminos que recorremos con el cuerpo a cuestas, con las argucias que la vida sujetándonos del cuello. No es sólo una invitación a pensar, sino un llamado a tomar partida en los procesos de humanización y encuentro entre quienes habitamos el mundo. La comunión del dolor existencial nos coloca de facto en un corrillo de hombro a hombro con los otros; nos pone a pensar en las pleitesías con que hemos abordado nuestras vidas sin otro interés que la liberación del entendimiento. La fenomenología y el existencialismo se enarbolan en un desgaje de los problemas que nos hacen vecinos fisurando las estratagemas de lo establecido por ideologías tiranas.

Esta tesis con que Ramsés L. Sánchez Soberano obtuvo el grado de maestro por parte de la Universidad Veracruzana el año pasado, forma parte del acervo bibliográfico de esta casa de estudios y es un ejemplo de la voracidad filosófica y el vértigo especulativo de su autor.