Para la noche estaremos solos
colgados a una misma ausencia,
empalagados de las mismas palabras
y al mismo silencio cantaremos.
Para el día habremos partido
con el trinar de los cuerpos malolientes,
con el mismo sortilegio entre las piernas
y una viva lujuria por el mar.
Para el sueño nos habremos perdido
y lo que seamos de noche lloverá
y lo que tengamos de miedo soltará la carcajada sobre el pasto;
el cielo no nos pertenece más
ni un ápice de reclamo sobre la mesa.
Estamos solos, necios,
estamos a la misma altura de todo
y tu mirada no me dice nada,
esa risa vulgar que vaga descalza
no me ha movido un pelo.
Estamos solos, necia,
atados por la misma cabellera
a los momentos en que fuimos de tierra,
ardientes del último discurso, borrachos.
Con las uñas y los dientes persignados,
el póstumo ademán de desprecio
listo para saborearnos por la espalda…
Estamos solos, niña,
Murámonos ya.