martes, 29 de junio de 2010

Nocturno II (a la orilla del sol)

Éramos del aire golondrino
viajando en aspas de temor
y notas menores.
Historias del mar vagabundo
apenas dibujadas en cada ola peregrina,
en la espuma evanescente
del pasado intacto.

Éramos un jirón de alas mudas
sorteando besos a la noche,
a los párpados marchitos,
a la breve sobriedad del sueño...
Caídas voces de nudillos en corro,
centinelas de un tiempo abrazado por nada,
navíos errantes de anchas velas.

Y así, excitados cuerpos de viejas palabras,
volvimos sobre doradas mareas
torvas miradas de anhelos lejanos.
Conminados al mismo puerto
de caricias pendientes
adivinadas en crucero cotidiano.
Éramos días y terminamos noches,
luengas manos y terminamos abrazos,
éramos ardor y terminamos roce
sometidos al beato deseo
de inventarnos la piel
sobre la estatua que fuimos,
de encallarnos los ojos
sobre el filo de todo lo que amanece, de lo que gira,
de lo que nos convierte en alquimistas del tiempo, del mar y la soledad.

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